En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes, vivía una niña llamada Sofía. Un día, mientras jugaba en el bosque, encontró una varita mágica escondida entre las raíces de un gran árbol. Curiosa, la recogió y la agitó en el aire. Para su sorpresa, ¡de la varita salieron chispas de colores!
Sofía, emocionada, decidió probar un hechizo. Recordó que su madre siempre quería flores frescas para la casa. Con la varita en mano, dijo: «¡Que aparezcan flores coloridas!». En un abrir y cerrar de ojos, el campo se llenó de flores de todos los colores. Sofía sonrió, ¡había hecho su primer hechizo!
Al día siguiente, Sofía decidió visitar el bosque de nuevo. Esta vez, apuntó su varita hacia un grupo de animales que la observaban curiosos. «¡Que los animales hablen como las personas!», exclamó. De repente, el conejo, el búho y el zorro empezaron a hablar. «¡Hola, Sofía!», dijeron al unísono. ¡Qué sorpresa para la niña!
Sofía estaba muy contenta con su varita, pero pronto descubrió que la magia podía ser algo complicada. Un día, intentó hacer que el sol brillara más para que todos pudieran disfrutar de un día cálido, pero accidentalmente creó una lluvia de helado de fresa. Los niños del pueblo estaban felices, pero los adultos no tanto.
Las cosas se salieron de control cuando Sofía intentó hacer crecer los árboles del pueblo para que dieran caramelos. Los árboles crecieron tanto que cubrieron las casas, y los caramelos cayeron en todas partes, ¡incluso dentro de los zapatos de la gente! Sofía se dio cuenta de que debía aprender a usar su varita con más cuidado.
Desesperada por arreglar el desorden, Sofía fue a ver a la sabia bruja del pueblo. La bruja le explicó que la verdadera magia no estaba en hacer cosas grandiosas todo el tiempo, sino en usarla con sabiduría y para ayudar a los demás. Sofía agradeció el consejo y decidió hacer un último hechizo: «¡Que todo vuelva a la normalidad!», y así fue.
Desde ese día, Sofía usó su varita con mucho cuidado. Ayudaba a sus amigos, hacía pequeñas cosas divertidas y siempre recordaba lo que la bruja le enseñó: la magia es especial cuando se usa con amor y responsabilidad. Los animales del bosque seguían hablando, pero solo cuando Sofía los visitaba, para contarle historias del bosque encantado.
Fin
Y así, Sofía aprendió a usar la magia de su varita con sabiduría y, lo más importante, con el corazón. ¡Y vivió muchas aventuras más, llenas de diversión y fantasía!
TEMIS EDU – LYCEE ATHOS LECOLE
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