La importancia de establecer rutinas en la primera infancia
Las rutinas juegan un papel fundamental en el desarrollo temprano de los niños, especialmente en la primera infancia, una etapa crítica para el crecimiento físico, emocional y cognitivo. En esta fase, el cerebro de los niños es extremadamente receptivo a los estímulos y experiencias, y los hábitos que se establecen durante este período pueden tener un impacto duradero en su bienestar y desarrollo. Diversos estudios indican que la consistencia en las rutinas no solo ofrece seguridad y estabilidad, sino que también favorece el aprendizaje, la autorregulación y la creación de hábitos saludables. Como lo señala el psicólogo y pediatra Brazelton (1992), «las rutinas diarias son como un lenguaje que los niños interpretan y que les ofrece un sentido de seguridad y previsibilidad en su mundo».
1. La necesidad de previsibilidad y seguridad en la primera infancia
Desde los primeros días de vida, los niños se benefician de un ambiente predecible. Las rutinas brindan una estructura que les permite saber qué esperar en cada momento del día. Según un estudio de Olds et al. (2010), «la previsibilidad en las rutinas ayuda a reducir la ansiedad en los niños pequeños, lo que favorece un ambiente emocionalmente seguro para su desarrollo». Esta seguridad es esencial, ya que los bebés y niños pequeños dependen de sus cuidadores para satisfacer sus necesidades básicas, y el establecimiento de rutinas les transmite el mensaje de que sus necesidades serán atendidas de manera consistente.
Las rutinas también facilitan la creación de un ambiente más tranquilo, donde los niños tienen la oportunidad de predecir lo que sucederá, lo que les otorga un mayor control sobre su entorno. Esta sensación de control es esencial para el desarrollo de su autoestima y confianza. A medida que los niños comienzan a crecer, la seguridad proporcionada por las rutinas les ayuda a sentirse más seguros y protegidos, lo que favorece su capacidad de exploración y aprendizaje.
2. Fomento de la autorregulación y el autocontrol
Las rutinas también juegan un papel crucial en el desarrollo de la autorregulación en los niños. El concepto de autorregulación hace referencia a la capacidad para controlar y gestionar los impulsos, emociones y comportamientos, lo que es esencial para el éxito en la vida escolar y social. Según un estudio de Raver (2004), «los niños que tienen una rutina diaria estable tienden a desarrollar mejores habilidades de autorregulación, lo que se refleja en su capacidad para manejar sus emociones y comportamientos de manera más efectiva».
Por ejemplo, el simple hecho de tener una rutina para ir a dormir, comer o hacer actividades específicas, les enseña a los niños sobre la relación causa-efecto y les ayuda a anticipar las consecuencias de sus acciones. Además, las rutinas ayudan a los niños a aprender a esperar su turno, a gestionar su tiempo y a planificar con anticipación, habilidades clave para su éxito futuro tanto en el ámbito académico como social.
3. Promoción de hábitos saludables
El establecimiento de rutinas en la primera infancia no solo favorece el desarrollo emocional y cognitivo, sino que también es crucial para inculcar hábitos saludables. Las rutinas de alimentación, sueño e higiene establecen las bases para un estilo de vida saludable. Según la Organización Mundial de la Salud (2016), «la primera infancia es un período crítico para el establecimiento de hábitos saludables que perdurarán a lo largo de la vida».
El momento de las comidas, por ejemplo, puede influir en los hábitos alimenticios que el niño desarrollará. Una rutina regular de comida que incluya alimentos saludables y variedad nutricionalmente equilibrada, crea una relación positiva con la comida. Además, las rutinas de sueño son esenciales para el bienestar físico y mental de los niños. La falta de un horario de sueño adecuado puede afectar negativamente al desarrollo cerebral, la memoria, el aprendizaje y la regulación emocional.
Además, la higiene personal también se convierte en una rutina clave. Actividades como lavarse las manos, cepillarse los dientes o vestirse de manera autónoma enseñan a los niños a cuidar de sí mismos, promoviendo su independencia y sentido de responsabilidad.
4. Impacto en el desarrollo cognitivo y el aprendizaje
Las rutinas no solo benefician el bienestar emocional de los niños, sino que también juegan un papel importante en su desarrollo cognitivo. El establecimiento de una rutina ayuda a estructurar el día de manera que se pueda incorporar tiempo para la estimulación intelectual, como la lectura, el juego educativo o la exploración creativa. Según el estudio de Shonkoff y Phillips (2000), «las experiencias repetidas y predecibles en un entorno seguro permiten que el cerebro infantil desarrolle conexiones neuronales, lo que favorece el desarrollo de habilidades cognitivas importantes como el lenguaje, la memoria y la atención».
Cuando los niños participan en actividades regulares y consistentes, como la lectura diaria de cuentos o el juego educativo, se les está brindando una base sólida para aprender nuevas habilidades. Las rutinas también ayudan a mejorar la concentración y la atención, ya que los niños se sienten más seguros y pueden centrarse mejor en las tareas, sabiendo que su entorno es estable y predecible.
5. Fomento de la relación entre padres e hijos
Establecer rutinas también fortalece los lazos familiares, especialmente entre los niños y sus cuidadores. Las actividades diarias repetidas, como leer un cuento antes de dormir o compartir una comida en familia, crean momentos de conexión y afecto. Según el psicólogo Bowlby (1988), «las interacciones regulares y consistentes entre los niños y sus padres favorecen el desarrollo de un vínculo emocional seguro, lo que les permite explorar su entorno con confianza».
El tiempo dedicado a las rutinas también proporciona a los padres la oportunidad de interactuar con sus hijos de manera positiva y nutritiva. Estos momentos pueden ser utilizados para fomentar la comunicación, el afecto y la enseñanza de normas y comportamientos sociales.
6. Flexibilidad dentro de las rutinas
Aunque las rutinas son esenciales, también es importante ser flexible. Los niños crecen y sus necesidades cambian, por lo que es necesario adaptar las rutinas a medida que evolucionan. Según un estudio de Teti y Gelfand (1991), «la flexibilidad en las rutinas permite que los niños se adapten a cambios inesperados sin generar estrés, mientras que mantiene la seguridad y la estructura».
Es fundamental que los padres puedan ajustar las rutinas según las necesidades individuales de cada niño y las circunstancias cambiantes del entorno familiar. Esto fomenta la capacidad de adaptación, un componente importante del desarrollo emocional y social.
7. Conclusión
En resumen, las rutinas en la primera infancia son esenciales para el desarrollo integral de los niños. Proporcionan seguridad y previsibilidad, favorecen la autorregulación, promueven hábitos saludables, apoyan el desarrollo cognitivo y fortalecen los lazos familiares. Establecer rutinas consistentes es una estrategia poderosa para apoyar el crecimiento emocional, físico y social de los niños. Sin embargo, es igualmente importante mantener un grado de flexibilidad para adaptarse a las necesidades cambiantes de los niños y al contexto familiar. Como enfatiza Brazelton (1992), «la consistencia en las rutinas no significa rigidez, sino la capacidad de crear un entorno en el que los niños se sientan seguros y preparados para explorar el mundo que los rodea».
Referencias bibliográficas
- Bowlby, J. (1988). A Secure Base: Parent-Child Attachment and Healthy Human Development. Basic Books.
- Brazelton, T. B. (1992). Touchpoints: Your Child’s Emotional and Behavioral Development. Da Capo Lifelong Books.
- Olds, D. L., et al. (2010). Home Visiting Programs: The Role of Early Intervention in Child Development. Pediatrics, 125(2), 233-240.
- Organización Mundial de la Salud (2016). La salud infantil: Un desafío para el desarrollo global. OMS.
- Raver, C. C. (2004). Emotional Regulation and Developmental Outcomes in Early Childhood. Developmental Psychology, 40(4), 682-689.
- Shonkoff, J. P., & Phillips, D. A. (2000). From Neurons to Neighborhoods: The Science of Early Childhood Development. National Academy Press.
- Teti, D. M., & Gelfand, D. M. (1991). Behavioral Competence Among Mothers of Infants in the First Year: The Role of Parenting Stress and Socioeconomic Status. Child Development, 62(5), 1031-1043.
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